jueves, 5 de junio de 2014

YULIANA MARCILLO



Yuliana Marcillo Miraba (Chone, 1987). Poeta, narradora y periodista. Co-editora del diario manabita La Marea. Poemas suyos se han publicado en diarios, revistas y antologías impresas y digitales. Ex integrante del Taller literario Soledumbre de la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí, dirigido por el poeta Pedro Gil. Ha participado en algunos encuentros de poesía joven dentro de Ecuador. Coautora del libro Soledumbre (Mar Abierto, 2009). Autora del libro No debería haber mujeres buenas (Mar Abierto, 2011). 
Aquí se pone en evidencia el gran talento que posee la autora para expresar sus sentimientos:
DÉJENME SER LA BALA

Mi vientre que no besas reclama en las difuntas noches. 
Voy contra lo patético 


Porque no tengo tiempo para consentir amores engreídos 
Porque besos con lujuria encadenan la casa 
Esconden el agua y envuelven la soledad en sonrisas frescas. 

Si esta es una guerra, déjenme ser la bala. 
¿Dónde se marca la diferencia si todos tenemos hambre? 
Buscamos la presa más gorda, a la misma hora después de clases, 
Ellos en la cama, nosotros encima de libros. 


Tú le estás dando por la vagina y yo me estoy dando por los ojos. 
Porque no duermo ¡maldita sea! 
Privo la rutina con tal de escaparme. 
Y es que ahí, en medio de tantas letras, me encuentro conmigo misma. 
Demonio que chupa el agua bendita de una Pilsener 
Que mastica a la agonía cual chicle viejo. 
La vida se convierte en una masa, 
Se aferra a un zapato viejo y se va secando hasta quedarse en nada. 


¿Se da cuenta señor?, no se trata de una estrategia, para eso está el Gobierno. 
Lo que salta de mi ventana es el insomnio, 
Las consecuentes imágenes del Kamasutra que pasan por la tele, 
A las diez y cuarenta y cinco, hora en que los niños sueñan con piernas, 
Hora en que yo me cuestiono: la sombra o el credo. 


Libertad o sangre, me dices. 
Poesía o muerte te digo yo. 
Que sea la muerte entonces, deja que ella venga despacito. 
Se disfrace de Dios y nos embriague de placer. 
Deja que termine en mi ombligo y limpie los canales que vomitan pescados. 
Y desde allá arriba gritaré que te odio y dañaré mi himen a puñetazos. 
Porque nadie merece manjar sin antes probar el infierno. 
Porque no es cuestión de meter y sacar, si de todas formas me dejas jodida. 


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