jueves, 5 de junio de 2014

Julia Erazo Delgado

Nació en Quito en 1972. Es periodista y fotógrafa. Se ha destacado en áreas de Lengua española y Educación superior. Ha participado en diversos recitales de poesía en Ecuador y España. Ha publicado artículos periodísticos y textos literarios en diversos medios escritos, y tiene inéditos una antología de su poesía desde 1990: Paredes Blancas y un libro de poesía infantil: Tratado de las estrellas y la medialuna.

CRITERIOS DE OTROS AUTORES SOBRE LA ESCRITORA
Delgado (Quito, 1972), reúne una serie de composiciones sutilmente ligadas a lo onírico. "Tréboles de cuatro hojas ascienden al cielo/ arropan mi cuerpo desnudo", por ejemplo, es una expresión que recuerda esos cuadros surrealistas en que lo humano y lo natural se fusionan de modo sorprendente. La realidad, sin embargo, penetra en ese mundo de los sueños y lo parte como un rayo, cuando la poeta evoca, enternecida, la muerte de su pequeño hijo: "no estas…/ aspiro tu aliento/ guardo la flor del baobab".

Si, mas allá del arte y sus exigencias de pureza y elaboración, el dolor motiva algunos estremecidos y bellos momentos de esta poesía tachonada de rasgos surrealistas. Así, su Josué, ido para siempre, es "moneda de agua" que "se escapa/ mas regresa en tardes de lluvia y de llanto".
Diríamos que la evidencia de las lágrimas es más fuerte que cualquier género de canon.
(Jorge Dávila Vázquez)


- La percepción sensorial elaborada, el culto de lo sinestésico crea en Julia Erazo Delgado una atmósfera de palabras que evocan un mundo autoabastecido y leve en el sentido que dio a este concepto Ítalo Calvino en su fundamental ensayo "Sei proposti per il próximo milenio".

(Rafael Courtoisie)

SELECCIÓN POÉTICA
En esta selección poética de la autora se observa claramente el gran nivel literario que posee esta autora.

rotación
quema el corazón

hiela sobre la tierra
la tierra demanda un corazón

se eleva
el corazón es de luz
amanece
desnudez perfecta

feliz

néctar
el temor se enreda en los brazos del naranjo

se crispa entre sus ramas
un joven colibrí clama por alimento
entre estambres y pistilos

una historia de aguaceros y tornados
el ave se abre paso

entra resbala vence es vencido
desata olas de rocío
la brisa se incorpora para saludarle
plumas azules baten su cuerpo
alcanza el néctar

fugazmente
hoy seré lo que soy desde que he sido
he sido

quizá
hace siglos
quizá
hace nada
quizá

en el fondo de un pantano
que no es tiempo
que no es el espacio donde habito
fugazmente te encuentro
contigo hablo 
niño a niño
como el agua entre tu cuerpo
cuando llueve
o mi boca con tus labios 

cuando hay beso
es inútil pronunciar este misterio

que es lo simple o lo divino
o una de las nadas que tenemos

sueño
un hombre una nube un caballo
una cadena de ojos
el aire una serpiente adormecida entre sus labios
una ronda en los valles del sueño
vagan por el horizonte
forman un arco en la madrugada
acaso una manada
venas anaranjadas surcan la montaña
la erupción alcanza al hombre a la nube al caballo
el hombre despierta
una jornada exangüe le espera silenciosa

juntos
agradecía a todo lo que en aquel momento vivía en mi ánimo: 

al reflejo rosado de las tejas, a las hierbas salvajes, al pueblo
Marcel Proust
traza el día sus dibujos cotidianos
un árbol una telaraña de plata entre sus hojas
los dos desde un lado distinto de la vida

miramos el horizonte
uno 

dibujado sobre un mar de zanahorias
otro

poblado de murciélagos que parten a la caza
antónimos frente al universo

juntos en el instante compartido 
tréboles de cuatro hojas

tréboles de cuatro hojas ascienden al cielo
arropan mi cuerpo desnudo
lo guarecen de la lluvia de las tormentas solares
alguien dice mi nombre me llama a través del bosque
pero yo he dejado todas mis pertenencias olvidadas

para sufrir la vida de los árboles
para clavar mis raíces como dedos sedientos buscando otras manos
solo los tréboles de cuatro hojas pueden ascender al cielo
trepar por mi cuerpo desnudo
cubrirlo guarecerlo dejarlo ser sin nombre
el bosque productor de ecos distantes se calla

aroma
a Josué, recuerdo de agua
ocurren las horas los días
una tormenta
el hambre la sed
no estás
sabanas africanas 
la aurora el ocaso
una leona 

tras una cálida presa
aspiro tu aliento

guardo la flor del baobab
a pesar de las sombras

la caza se consuma

axioma
Y lo que veo a cada insante es aquello que nunca había visto 

Alberto Caeiro
la niña hurga entre las flores
vierte sobre la tierra

serpentinas de gracias
de insólitos compases

tan insólitos
como los cosquilleos

y tremores del suelo

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